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viernes, 15 de julio de 2011

ENTERRAR A LOS MUERTOS, DE ACTO SOLEMNE A NEGOCIO REDONDO

Enterrar a los muertos, de acto solemne a negocio redondo

Por

Hernando Uribe Castro

Magíster en Sociología.

Cada grupo social tiene sus propias formas de tratar a los muertos tal como lo aprendieron de sus generaciones pasadas. Según testimonios de personas que vivieron hacia mediados del siglo XX en Cali, ciudad Colombiana, el acto de enterrar a los muertos se consideraba un hecho trascendental para la familia afectada y la comunidad circundante. Era un momento en el que el grupo familiar se encontraba en la casa del difunto y entraban en acto solemne, de respeto y con expresiones y cantos de alabanza con las que se pensaba, el grupo intercedía por el muerto ante Dios para éste le abriera las puertas del cielo y le limpiara de todos sus pecados terrenales.

Este acontecimiento, al que se le denominaba velación, implicaba tener el cuerpo sobre una mesa, y en cada esquina una vela encendida. Debajo de la mesa un vaso con agua, porque el alma del muerto venía a tomar el agua. Los asistentes al velorio llegaban, como parte del acto solemne, vestidos de negro o blanco. Luego de velar la persona por uno o más días, se enterraba en el Cementerio Central y después vendría el novenario que consistía en rendirle homenaje al muerto durante 9 noches seguidas en las que participaba toda la familia y los vecinos. En estos novenarios se cantaba, rezaba y oraba por el muerto con expresiones como “Dale el señor el descanso eterno y brille para él la luz perpetua”. Todo esto acontecía en la casa del muerto.

Velorio de Roberto Castro, Cali, 1954.

Fuente: Archivo Familiar Hernando Uribe Castro, 2011.

Luego en la ciudad, se construyen otros cementerios localizados en diferentes puntos cardinales como el Metropolitano del Norte, el Metropolitano del Sur, el de Siloé, Jardines de la Aurora y Jardines del Recuerdo sobre el occidente. Según el imaginario colectivo, había una relación entre la clase social del muerto y el lugar donde se enterraba; en este sentido, si el muerto se enterraba en Siloé su procedencia familiar era pobre y clase baja, pero si el entierro se hacía en el Cementerio Metropolitano del sur, la familia era rica y adinerada. A pesar del tiempo, hoy muchas personas creen esto todavía. Y a la par con estos cementerios aparecen las casas funerales.

Así, hacia los años setenta y principios de los ochentas, aparecen en el contexto de la ciudad las casas de funerales o funerarias que son empresas que prestan el servicio al fallecido y su familia y que se encargaban además de realizar el papeleo, también de recibir a los muertos, acomodarlos, ofrecerles el ataúd, realizar el velorio, la capilla ardiente y el entierro, por un valor considerable. Inicialmente, estas funerarias disponían de una sala durante toda la noche para hacer la velación del muerto, ofreciendo tinto y aromáticas. Esto significaba tener la presencia de muchas personas toda la noche entrando y saliendo, consumiendo agua y energía. Más recientemente, justamente por los altos costos en servicios públicos y servicios a los clientes, las funerarias bajo el discurso del problema de seguridad, decidieron solo velar al muerto y permitir acompañantes hasta media noche. Las funerarias pueden velar en una solo rato hasta 10 muertos en el mismo momento durante cada noche. El promedio de costo de todo ello puede estar entre los $3.5 a $4 millones de pesos. No contentos con estos cambios, sustentados en la lógica del ahorro, ahora las funerarias sólo permiten que la familia y allegados acompañen el difunto sólo hasta las diez de la noche. En el acto de hacer el entierro, la familia puede incurrir en otros gastos como por ejemplo, el pago que se debe hacer al sacerdote por realizar la misa en la capilla ardiente, los arreglos florales, pagar a la corista o el mariachi que canta en el momento de bajar al ataúd al foso y otros imprevistos. Estos gastos no incluyen tampoco el pago que debe hacer la familia por servicio de buses y automóviles para transportar a los vecinos entre sus casas y el cementerio y luego entre el cementerio y sus casas.

Por comodidad ante la situación de dolor y tristeza, la mayoría de las familias, actualmente, utilizan estos servicios por las ventajas que pueden ofrecer en términos de toda la tramitología. Pero es un servicio costoso. La muerte se incluye como acto del cual muchos se lucran. Del tener el muerto en la casa hasta tenerlo en una sala de velación, es una muestra de lo mucho que se ha transformado esta sociedad, en buena medida por la dinámica del Mercado, que busca en toda actividad humana una forma de lucrarse, de la que incluso, ni una vez muertos escapamos.

huribe@uao.edu.co

Julio 15 de 2011.