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jueves, 13 de octubre de 2011

¡POR UN CUERPO COMO TERRITORIO PROPIO Y SEGURO!


¡POR UN CUERPO COMO TERRITORIO PROPIO Y SEGURO!

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología

Se debe entender algo muy importante. Los marcos mentales de nuestras generaciones, sobre todo de quienes nacimos antes de los años ochenta, todavía están impregnados por el proceso socializador al que nos vimos sometidos por la familia, la iglesia y el modelo escolar proveniente desde antes del siglo XIX, que instauró en nuestras mentes valores morales afinados por la ideología del pecado, y en este sentido, es difícil que muchos comprendamos cómo se mueve el mundo hoy.

En este sentido, para muchos y muchas, comprender y aceptar el aborto, la adopción, la eutanasia, las diferencias étnicas y la diversidad sexual y de género, es todavía un proceso bastante complejo. Incluso algunos sectores, como el Vaticano, defienden la idea según la cual el cuerpo de la mujer debe pertenecerle al orden patriarcal, a la hegemonía masculina, a la que expresa que los hombres deben determinar qué hacer con el cuerpo de las mujeres.

De los grandes logros alcanzados en los nuevos tiempos ha sido precisamente la incursión de la mujer en el escenario público que es también político. Este hecho es necesario comprenderlo para entender las transformaciones hacia las que nos aboca el proceso civilizador social. El ingreso de la mujer en este mundo conllevó a que muchas dimensiones de la vida social se resignficaran, entre ellas, la relación entre la mujer y su cuerpo, la mujer y su identidad sexual y su género. De la iglesia y de otros sectores conservadores sólo podemos esperar que siempre rechacen este tipo de hechos. Eso es “normal” y esperado.

La mujer es la única que puede disponer de su cuerpo y para ello necesita todo un proceso educativo que valore el sentido de su formación como sujeto social capaz de tomar determinaciones con toda responsabilidad, le acompañe en su crecimiento y desarrollo como ser social. Nuestras abuelas, aun temerosas de los castigos de Dios, abortaban, y mucho, en sus tiempos donde el poder de la iglesia era mucho más fuerte. Y por hacerlo de esa forma clandestina, muchas murieron pudiéndose salvar.

Veo imágenes de niños en Colombia y en otros lugares del mundo, como el África, que fueron traídos a este mundo para que sea el sistema mundo moderno y su principal motor la economía-mundo capitalista el que les prolongara la agonía de la muerte en vida en medio de hambrunas, guerras y desigualdades. Agonías y sufrimientos prolongados. En El Tiempo de hoy, aparece un artículo donde las mujeres y niñas afganas que a causa de leyes religiosas, viven en una opresión, en esclavitud, porque los hombres las consideran de su propiedad. Allá por ejemplo, las niñas son vendidas en matrimonio.

Hoy los ciudadanos, incluyendo todas sus diferencias étnicas y sexuales, deben reclamar por los derechos que tienen sobre sus cuerpos. No más cuerpos dominados por la iglesia o por el poder político. Los cuerpos deben encontrar su libertad, por supuesto con responsabilidad. Y en ello, la clave es un sistema educativo que vele no por convertir al ser humano en mano de obra sino en un ser humano analítico, crítico, reflexivo y pensante. No temeroso por el pecado.

13 de octubre de 2011