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martes, 19 de marzo de 2013

ENTRE CAINES Y ABELES


Por 
Germán Ayala Osorio, Hernando Uribe Castro y Elizabeth Gómez Etayo. Profesores de la Universidad Autónoma de Occidente.

¿Qué pretenden los canales privados de la televisión colombiana con las novelas y seriados que transmiten? Sin duda, canales privados y productores de noticias y de entretenimiento como CARACOL y RCN televisión, legitiman  un orden establecido a través de la producción y emisión de series como “El cartel de los sapos”, “Sin Tetas no hay Paraíso”, “Pablo Escobar, El Patrón del Mal”, “Corazones Blindados”, “Pandillas, guerra y paz”, y con la más reciente producción, Tres Caínes” (2013).

En nuestra sociedad, los medios de comunicación se han convertido en un agente más del proceso de socialización de la mayor parte de la población, así como también son los movilizadores de una gran masa de opinión pública y sobre todo, hoy más que nunca, son los especializados en la transmisión cultural. Esta realidad debería pesar en su responsabilidad con los contenidos, las ideologías y el sentido que transmiten, pues las palabras que producen los medios, de modo directo o indirecto, tienen importantes efectos sobre las creencias, puntos de vista y las formas simbólicas de percibir el mundo de millones de colombianos.

Desde hace varios años los colombianos estamos expuestos a un conjunto de producciones de los canales privados que reconstruyen una cierta versión del país y sobre las cuales debemos alertar. Programas que reproducen violencias simbólicas, descontextualizan los hechos históricos e imponen una falsa verdad bajo la excusa de contar la historia, o la ficción y que terminan polarizando de forma tendenciosa a la opinión pública.

Hoy en día es claro que los medios dominan la vida política e inciden en contextos científicos, culturales, artísticos, deportivos y hasta intelectuales, pues ellos tienen los instrumentos y los medios para seleccionar de estos campos lo que conviene y no conviene, lo que les representa ganancias o peligros, lo que une o lo que polariza. Es la televisión la que impone los temas y decide qué y quién es importante o no.

¿Realmente la televisión presenta lo que la gente quiere ver? Tal como argumentan los productores y libretistas, o será más bien que la gente termina aceptando y consumiendo lo que los canales de televisión proponen para ver. La televisión, mucho  más que las actuales redes sociales que circulan por internet, continúa siendo el medio masivo por excelencia. Tiene la capacidad de llegar hasta el último rincón de la geografía nacional y sobre todo, seduce a toda persona independiente de su edad, género, orientación sexual, etnia, credo religioso o político.

Teniendo en cuenta este contexto y como docentes universitarios interesados en formar una masa crítica, nos hemos dado a la tarea de que nuestros estudiantes reflexionen sobre cuáles son los alcances socioculturales y los fines político-económicos de algunos programas de la televisión colombiana. Los seriados mencionados en el primer párrafo son excelentes ejemplos para hacer un verdadero análisis de los efectos de la  televisión colombiana, y el actual seriado que tanta polémica está causando, Tres Caínes, es un excelente caso para ser analizado, dado que, por fortuna, existimos quienes aún no desenchufamos el cerebro cuando prendemos la televisión.

Como actores sociales, políticos y económicos de la sociedad civil es perfectamente legítimo que estos canales defiendan, valoren y propendan por el mantenimiento de unas condiciones contextuales, generadas por los sistemas político y económico que les benefician, en tanto hacen parte de la industria cultural y del entretenimiento. Canales de televisión, bancos, equipos deportivos, empresas y otras unidades de negocio hacen parte de emporios corporativos. Eso no está en discusión, pero lo que sí resulta cuestionable es su responsabilidad social y política en la contribución de una sociedad más democrática, máxime en momentos que pretende, de nuevo, acercarse a los caminos de la paz; así como su efectivo rol de generador de violencia simbólica, con la que millones de colombianos terminan identificándose, con monumentales vacíos históricos y pobres referentes éticos de las complejas realidades del país. De esta forma, termina diluyéndose la función social de estos dos canales.  

¿Por qué RCN habría de hacer eso? Sabemos que ningún producto comunicativo es ingenuo, como también, que el equipo de producción tiene amplia formación para dilucidar los efectos que tal o cual producto puede causar en el público televidente, de tal forma que lo que en apariencia puede no tener la intención de hacer apología a la violencia, al narcotráfico, a la guerra y en general, a promover valores antidemocráticos, termina azuzando la polarización de la opinión pública en un contexto de bajísima cultura política como el que tenemos en Colombia.

En este sentido, los seriados en mención, especialmente los Tres Caínes, terminan siendo una apología a la violencia,  exhibida de la forma más cruda y cruel, si pensamos en las miles de víctimas que consumen este programa. ¿Pensarían los productores de estos programas en los casi cuatro millones de desplazados que asisten a sus seriados? ¿Qué estarán pensando los padres y madres de familia de los actuales estudiantes de sociología y antropología, cuando en el seriado más exitoso de la televisión colombiana se dice que tales carreras son nidos de guerrilleros?

Estas series televisivas se construyen bajo dicotomías moralizantes culturalmente aceptadas, que azuzan la polarización nacional entre los buenos y los malos, las víctimas y los bandidos, lo correcto y lo incorrecto, lo legal y lo ilegal, entre otras, pero en contextos donde la venganza termina ocupando el lugar de la justicia, perdiendo, ésta última, su sentido y lugar social. Dichas dicotomías, puestas fuera de contexto histórico y político, contribuyen a la siembra de pérfidos valores sociales en una sociedad como la nuestra con una baja cultura política.

A lo anterior se suma que tenemos un sistema educativo precario e insuficiente que no está formando sujetos pensantes, sino ejecutores de funciones y al final, las masas terminan consumiendo aquellos productos de CARACOL y RCN como dogmas de fe y lo que es peor, aceptando como referentes éticos y morales las acciones y actuaciones de sicarios, paramilitares, militares y mafiosos, que confluyen en el inconveniente imaginario del violento, el agresor, el poderoso, el que viola las normas, el que ejecuta justicia por cuenta propia, el Gran Macho. El que viola, el que mata, el que pisotea, el que abusa, el que hace justicia por cuenta propia, dejando en el ambiente una total confusión entre justicia y venganza. En un país con un 97% de impunidad como el nuestro, este tipo de programas orientan a la gente para que resuelva pleitos, que son de resorte estatal, por cuenta propia. Es decir, promueve principios propios de un para-estatismo y mañana, nuevos grupos de justicia privada.

Vamos directamente a algunas  escenas  del seriado “Los tres Caínes” donde uno de los hermanos Castaño le dice al otro: hay que acabar con todo lo que sea de izquierda.  ¿Cómo recibirá esa sentencia las audiencias, el público televidente? ¿La compartirá? ¿La dilucidará? Mucho nos tememos que no, sobre todo cuando estos mensajes llegan a jóvenes carentes de información histórica y de contexto, y que no son capaces de diferenciar entre los hechos del pasado y los del presente.

No existe en la cultura política colombiana factores que promuevan el discernimiento. Lo más seguro es que los públicos televidentes asuman dicha sentencia de manera literal, textual, como un imperativo moral para alcanzar la paz y la convivencia. Y ¿Qué significa ser de izquierda en Colombia? Distinta sería la realidad si estuviéramos en Europa o Norteamérica, pero en el país del ‘Sagrado Corazón’ no ha podido florecer con éxito una izquierda importante que no sea armada. Aquí todavía es rarísimo hablar de que existe, como en el llamado primer mundo, una izquierda democrática. Por lo pronto, en Colombia, izquierda, sindicalismo y crítica al orden social establecido, son sinónimo de terrorismo, guerrilla y odio hacia la Patria. Todo lo contrario de lo que es.

Así, las frases del Clan Castaño estigmatizan a quien piense diferente al orden social establecido. Pues aquí se ha negado la disidencia y decir, como lo hacen Los Caínes-Castaño en otra escena, que se debe acabar con todos los que piensan es sugerir que pensar es peligroso,  dejando a los pensadores en una especie de lista de muerte, como si tuvieran que cuidarse de una especie de ‘cruzada ideológica’  con la anuencia de una sociedad intolerante, excluyente, violenta y un Estado débil y precario.

Da la sensación de que vivimos en los tiempos de la Inquisición.  Y hasta ahora, nada se ha dicho en los Tres Caínes sobre la otra cara de la moneda, esto es, sobre el discurso intolerante de la derecha y de la ultraderecha, cuyos intereses defendieron los hermanos Castaño. Gustavo Bolívar nos pide que dejemos avanzar el seriado. Mientras eso pasa, seguiremos discutiendo alrededor del por qué no se inició con la presentación de las víctimas ¡Por las víctimas! ¿Por qué, una vez más, nos toca ver a los victimarios? Como si no fuera suficiente con verlos en los noticieros.

Por ahora, debemos decir que el seriado empezó mal, destacando a los victimarios y no a las víctimas. Si la intención hubiera sido la de contribuir a la comprensión de la guerra en Colombia, las ciudades colombianas están llenas, a más no poder, de seres anónimos que la guerra, los paramilitares, la guerrilla y el propio Estado, sacaron de sus tierras. Y ellos están esperando su oportunidad de oro para hablar, para ser escuchados y sobretodo, para ser reconocidos. Insistimos, ¿Qué sentirán esas víctimas viendo de nuevo la cara de sus verdugos? Bolívar, en lugar de deconstruir la historia de los victimarios, representada en Caín, ¿por qué no hiciste una historia de los abeles? ¡De las víctimas!

Así entonces, nos ratificamos en que la frase hay que acabar con todo lo que sea de izquierda, puede ser recibida por las audiencias como un valor político en tanto quienes matan guerrilleros y gente de izquierda, estarían ayudando a construir un mejor país, una mejor democracia: “los héroes existen”. ¡Qué confusión! Mensaje que, sin duda alguna, puede permear a la población joven que con pocos elementos analíticos, históricos y reflexivos, entregados por una Escuela en crisis y familias disonantes, reciben el influjo de una industria del entretenimiento que no sólo busca ganancias, sino mantener unas condiciones contextuales ilegítimas, pero perfectamente racionales y convenientes desde la perspectiva de quienes ostentan el poder político. ¿Dónde está el Estado y  la Comisión Nacional de Televisión?