Por
Germán Ayala
Osorio, Hernando Uribe Castro y Elizabeth Gómez Etayo. Profesores de la
Universidad Autónoma de Occidente.
¿Qué pretenden los canales privados de la televisión
colombiana con las novelas y seriados que transmiten? Sin duda, canales
privados y productores de noticias y de entretenimiento como CARACOL y RCN
televisión, legitiman un orden
establecido a través de la producción y emisión de series como “El cartel de
los sapos”, “Sin Tetas no hay Paraíso”, “Pablo Escobar, El Patrón del Mal”,
“Corazones Blindados”, “Pandillas, guerra y paz”, y con la más reciente
producción, Tres Caínes” (2013).
En nuestra sociedad, los medios de comunicación se han
convertido en un agente más del proceso de socialización de la mayor parte de la
población, así como también son los movilizadores de una gran masa de opinión
pública y sobre todo, hoy más que nunca, son los especializados en la transmisión
cultural. Esta realidad debería pesar en su responsabilidad con los contenidos,
las ideologías y el sentido que transmiten, pues las palabras que producen los
medios, de modo directo o indirecto, tienen importantes efectos sobre las
creencias, puntos de vista y las formas simbólicas de percibir el mundo de
millones de colombianos.
Desde hace varios años los colombianos estamos
expuestos a un conjunto de producciones de los canales privados que
reconstruyen una cierta versión del país y sobre las cuales debemos alertar.
Programas que reproducen violencias simbólicas, descontextualizan los hechos
históricos e imponen una falsa verdad
bajo la excusa de contar la historia, o la ficción y que terminan polarizando
de forma tendenciosa a la opinión pública.
Hoy en día es claro que los medios dominan la vida
política e inciden en contextos científicos, culturales, artísticos, deportivos
y hasta intelectuales, pues ellos tienen los instrumentos y los medios para
seleccionar de estos campos lo que conviene y no conviene, lo que les
representa ganancias o peligros, lo que une o lo que polariza. Es la televisión
la que impone los temas y decide qué y quién es importante o no.
¿Realmente la televisión presenta lo que la gente
quiere ver? Tal como argumentan los productores y libretistas, o será más bien
que la gente termina aceptando y consumiendo lo que los canales de televisión
proponen para ver. La televisión, mucho
más que las actuales redes sociales que circulan por internet, continúa
siendo el medio masivo por excelencia. Tiene la capacidad de llegar hasta el último
rincón de la geografía nacional y sobre todo, seduce a toda persona
independiente de su edad, género, orientación sexual, etnia, credo religioso o
político.
Teniendo en cuenta este contexto y como docentes
universitarios interesados en formar una masa crítica, nos hemos dado a la
tarea de que nuestros estudiantes reflexionen sobre cuáles son los alcances
socioculturales y los fines político-económicos de algunos programas de la televisión
colombiana. Los seriados mencionados en el primer párrafo son excelentes
ejemplos para hacer un verdadero análisis de los efectos de la televisión colombiana, y el actual seriado que
tanta polémica está causando, Tres Caínes, es un excelente caso para ser
analizado, dado que, por fortuna, existimos quienes aún no desenchufamos el cerebro cuando prendemos la televisión.
Como actores sociales, políticos y económicos de la
sociedad civil es perfectamente legítimo que estos canales defiendan, valoren y
propendan por el mantenimiento de unas condiciones contextuales, generadas por
los sistemas político y económico que les benefician, en tanto hacen parte de
la industria cultural y del entretenimiento. Canales de televisión, bancos,
equipos deportivos, empresas y otras unidades de negocio hacen parte de
emporios corporativos. Eso no está en discusión, pero lo que sí resulta
cuestionable es su responsabilidad social y política en la contribución de una
sociedad más democrática, máxime en momentos que pretende, de nuevo, acercarse
a los caminos de la paz; así como su efectivo rol de generador de violencia
simbólica, con la que millones de colombianos terminan identificándose, con
monumentales vacíos históricos y pobres referentes éticos de las complejas
realidades del país. De esta forma, termina diluyéndose la función social de
estos dos canales.
¿Por qué RCN habría de hacer eso? Sabemos que ningún
producto comunicativo es ingenuo, como también, que el equipo de producción
tiene amplia formación para dilucidar los efectos que tal o cual producto puede
causar en el público televidente, de tal forma que lo que en apariencia puede
no tener la intención de hacer apología a la violencia, al narcotráfico, a la
guerra y en general, a promover valores antidemocráticos, termina azuzando la
polarización de la opinión pública en un contexto de bajísima cultura política
como el que tenemos en Colombia.
En este sentido, los seriados en mención, especialmente
los Tres Caínes, terminan siendo una apología a la violencia, exhibida de la forma más cruda y cruel, si
pensamos en las miles de víctimas que consumen este programa. ¿Pensarían los
productores de estos programas en los casi cuatro millones de desplazados que
asisten a sus seriados? ¿Qué estarán pensando los padres y madres de familia de
los actuales estudiantes de sociología y antropología, cuando en el seriado más
exitoso de la televisión colombiana se dice que tales carreras son nidos de
guerrilleros?
Estas series televisivas se construyen bajo dicotomías moralizantes
culturalmente aceptadas, que azuzan la polarización nacional entre los buenos y
los malos, las víctimas y los bandidos, lo correcto y lo incorrecto, lo legal y
lo ilegal, entre otras, pero en contextos donde la venganza termina ocupando el
lugar de la justicia, perdiendo, ésta última, su sentido y lugar social. Dichas
dicotomías, puestas fuera de contexto histórico y político, contribuyen a la
siembra de pérfidos valores sociales en una sociedad como la nuestra con una
baja cultura política.
A lo anterior se suma que tenemos un sistema educativo
precario e insuficiente que no está formando sujetos pensantes, sino ejecutores
de funciones y al final, las masas terminan consumiendo aquellos productos de
CARACOL y RCN como dogmas de fe y lo que es peor, aceptando como referentes
éticos y morales las acciones y actuaciones de sicarios, paramilitares, militares
y mafiosos, que confluyen en el inconveniente imaginario del violento, el
agresor, el poderoso, el que viola las normas, el que ejecuta justicia por
cuenta propia, el Gran Macho. El que viola, el que mata, el que pisotea, el que
abusa, el que hace justicia por cuenta propia, dejando en el ambiente una total
confusión entre justicia y venganza. En un país con un 97% de impunidad como el
nuestro, este tipo de programas orientan a la gente para que resuelva pleitos, que
son de resorte estatal, por cuenta propia. Es decir, promueve principios
propios de un para-estatismo y mañana, nuevos grupos de justicia privada.
Vamos directamente a algunas escenas del seriado “Los tres Caínes” donde uno de los
hermanos Castaño le dice al otro: hay que
acabar con todo lo que sea de izquierda. ¿Cómo recibirá esa sentencia las audiencias,
el público televidente? ¿La compartirá? ¿La dilucidará? Mucho nos tememos que
no, sobre todo cuando estos mensajes llegan a jóvenes carentes de información
histórica y de contexto, y que no son capaces de diferenciar entre los hechos
del pasado y los del presente.
No existe en la cultura política colombiana factores
que promuevan el discernimiento. Lo más seguro es que los públicos televidentes
asuman dicha sentencia de manera literal, textual, como un imperativo moral
para alcanzar la paz y la convivencia. Y ¿Qué significa ser de izquierda en
Colombia? Distinta sería la realidad si estuviéramos en Europa o Norteamérica, pero
en el país del ‘Sagrado Corazón’ no ha podido florecer con éxito una izquierda
importante que no sea armada. Aquí todavía es rarísimo hablar de que existe,
como en el llamado primer mundo, una izquierda democrática. Por lo pronto, en
Colombia, izquierda, sindicalismo y crítica al orden social establecido, son
sinónimo de terrorismo, guerrilla y odio hacia la Patria. Todo lo contrario de
lo que es.
Así, las frases del Clan Castaño estigmatizan a quien
piense diferente al orden social establecido. Pues aquí se ha negado la
disidencia y decir, como lo hacen Los Caínes-Castaño en otra escena, que se debe acabar con todos los que piensan
es sugerir que pensar es peligroso,
dejando a los pensadores en una especie de lista de muerte, como si
tuvieran que cuidarse de una especie de ‘cruzada ideológica’ con la anuencia de una sociedad intolerante,
excluyente, violenta y un Estado débil y precario.
Da la sensación de que vivimos en los tiempos de la Inquisición. Y hasta ahora, nada se ha dicho en los Tres
Caínes sobre la otra cara de la moneda, esto es, sobre el discurso intolerante
de la derecha y de la ultraderecha, cuyos intereses defendieron los hermanos
Castaño. Gustavo Bolívar nos pide que dejemos avanzar el seriado. Mientras eso pasa,
seguiremos discutiendo alrededor del por qué no se inició con la presentación
de las víctimas ¡Por las víctimas! ¿Por qué, una vez más, nos toca ver a los
victimarios? Como si no fuera suficiente con verlos en los noticieros.
Por ahora, debemos decir que el seriado empezó mal,
destacando a los victimarios y no a las víctimas. Si la intención hubiera sido
la de contribuir a la comprensión de la guerra en Colombia, las ciudades
colombianas están llenas, a más no poder, de seres anónimos que la guerra, los
paramilitares, la guerrilla y el propio Estado, sacaron de sus tierras. Y ellos
están esperando su oportunidad de oro para hablar, para ser escuchados y
sobretodo, para ser reconocidos. Insistimos, ¿Qué sentirán esas víctimas viendo
de nuevo la cara de sus verdugos? Bolívar, en lugar de deconstruir la historia de
los victimarios, representada en Caín, ¿por qué no hiciste una historia de los
abeles? ¡De las víctimas!
Así entonces, nos ratificamos en que la frase hay que acabar con todo lo que sea de
izquierda, puede ser recibida por las audiencias como un valor político en
tanto quienes matan guerrilleros y gente de izquierda, estarían ayudando a
construir un mejor país, una mejor democracia: “los héroes existen”. ¡Qué
confusión! Mensaje que, sin duda alguna, puede permear a la población joven que
con pocos elementos analíticos, históricos y reflexivos, entregados por una
Escuela en crisis y familias disonantes, reciben el influjo de una industria
del entretenimiento que no sólo busca ganancias, sino mantener unas condiciones
contextuales ilegítimas, pero perfectamente racionales y convenientes desde la
perspectiva de quienes ostentan el poder político. ¿Dónde está el Estado y la Comisión Nacional de Televisión?