Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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martes, 25 de marzo de 2014

CASANARE: EXPRESIÓN DE UN MODELO DEPREDADOR EN EL TERRITORIO NACIONAL

Casanare: expresión de un modelo depredador en el territorio nacional

Por Hernando Uribe Castro
Magister en Sociología

Nada más triste y desesperanzador que el observar, cómo la irresponsabilidad del Estado colombiano, sus agentes de control ambiental, de las corporaciones privadas petroleras y de la elite ganadera, afectaron las condiciones de los ciclos naturales de territorios como en el Casanare.

Según los medios nacionales, el presidente de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (Andi), Bruce Mac Master, expresaba: “Que no llueva no es culpa de las petroleras (…) Colombia es vulnerable al tema de la sequía. Lo que tenemos es un cambio global del clima en el planeta”.[1] La elite de poder es astuta al usar “la crisis ambiental global” como discurso para ocultar, tapar, velar y explicar sus perversas acciones depredadoras, extractivas y criminales con el ambiente del territorio nacional.

Respuesta ilusa, descabellada, irresponsable, negligente, ignorante y que insulta a los colombianos. Una respuesta como esta da cuenta de lo poco que le importa a las corporaciones y agentes privados la necesidad de comprender el funcionamiento de los socioescosistemas del territorio nacional. Expresar que la culpa es del calentamiento global es despojarse de toda la responsabilidad que cae a espaldas de este gremio, de los petroleros, ganaderos y del gobierno nacional.

Cuando los territorios son despojados de su cobertura vegetal, cuando se secan las fuentes de la producción de agua por la explotación y extracción de recursos, así como la tala indiscrimada de bosques para la ganaderías, las condiciones micro climáticas de inmediato son impactadas y se transforman. Estas acciones interrumpen el ciclo natural de los territorios y por ello aparecen las consecuencias nefastas para la naturaleza y las comunidades.

Lo terrible de este asunto es que, como en otros lugares del país como en el Valle del Cauca con la caña de azúcar, las corporaciones autónomas regionales encargadas de las cuestiones ambientales de las regiones se quedan paralizadas. De hecho, es claro que para que la situación en el Casanare sucediera y alcanzara los niveles que presenta hoy en día, ha tenido que haber pasado mucho tiempo de explotación incesante y de irrespeto incontrolado con los elementos de la naturaleza como el agua, el aire, el suelo y el subsuelo por parte de las firmas e inversionistas privados. ¿Dónde estaba el Estado? ¿Qué hicieron las Corporaciones Abmientales para detener estos procesos depredadores?

Tal como lo he señalado en innumerables ocasiones, estamos presenciando un modelo extractivista de los  territorios locales. Esta relación entre los lugares locales y la hegemonía global es mediada por el Estado para garantizar el marco normativo a través del cual se legitima la presencia de multinacionales explotando la naturaleza. Un marco normativo, político y económico que sirve y legitima la posibilidad de hacer uso ilimitado de los recursos y del control de la sociedad. Firmas globales que tienen el poder económico, político y armado de someter, exigir y doblegar al Estado colombiano, administrado por gobiernos que están dispuestos a entregar lo que sea a cambio de prebendas económicas, status y privilegios de familia.







[1] ¿Quién es culpable de la mortandad de animales por sequía en Casanare? El Tiempo http://www.eltiempo.com/colombia/oriente/sequia-en-casanare_13721415-4

lunes, 10 de marzo de 2014

Naturaleza, conflicto y posconflicto

Naturaleza, conflicto y posconflicto

                                                                       Por                                                                      
Hernando Uribe Castro

Desde una perspectiva sistémica, el conflicto armado en Colombia es también un conflicto socioambiental. De esto no hay duda, puesto que las acciones armadas no se dan en el aire sino en territorios concretos, con huellas y efectos en los seres vivos y en la naturaleza. Por ejemplo, las actividades de erradicación de los cultivos ilícitos mediante la aspersión de químicos sobre los suelos, contaminan el agua, la tierra, las plantas, los animales y las personas. De igual modo afectan los bombardeos, las tomas de pueblos y las confrontaciones entre actores armados.

El que los tecnócratas no determinen los costos de los daños ambientales a través de las fumigaciones o por medio de bombardeos a zonas estratégicas, no significa que la vida y el ambiente, ahí existentes, no se afecten. Llama la atención que hasta el presente momento no se ha hecho una evaluación del costo por desastre ambiental ocasionado por la guerra, y de modo, especial por programas como Plan Colombia puesto en marcha desde el año 2000, cuyo eje central era la erradicación de los cultivos ilícitos.

Por ejemplo, el Centro de Estudios sobre Seguridad y Drogas ha señalado que 128 mil hectáreas anuales se han fumigado en todo el territorio nacional, destacándose el año 2006, con 170 mil hectáreas). Detrás de las aspersiones se encuentran firmas como DynCorp de Estados Unidos. Las fumigaciones han provocado protestas de muchas comunidades, como las de Tarasá en Antioquia, que ven la afectación tanto en la salud humana como en el suelo, deforestado y con altos niveles de contaminación de las fuentes de agua y de los cultivos.

La experiencia colombiana ha demostrado que la guerra se valora primero en términos económicos, y luego sociales. Pero hasta ahora no existe una valoración ambiental del daño causado. Fuentes de agua destruidas, extracción minera que arrasa con cuencas hidrográficas, confrontaciones entre bandos que desplazan las comunidades de sus habitas ancestrales y que son guardianas de los ecosistemas. Desplazar una comunidad indígena o campesina de su lugar, es desplazar también ese saber ambiental y ese conocimiento que existe en ellos. Y lo tenaz es que quedando deshabitadas las tierras, son fácil presa de intereses privados, a veces promotores de la guerra, para monopolizar y tener control sobre amplios territorios, como aconteció en Urabá. Una guerra que al  desplazar poblaciones promovió el ingreso de multinacionales para desarrollar actividades extractivas de minerales.

Considero que en un contexto como el colombiano de conflicto armado, y sobre todo en un posible camino hacia el posconflicto, se hace necesario comprender el ambiente de modo distinto.

Frente a una guerra que fortalece el modelo económico extractivo se debe reivindicar el valor del ambiente como un sistema que integra la naturaleza y la sociedad. Implica un camino hacia la plena conciencia de que los problemas del conflicto armado siendo económicos y sociales, lo son también ambientales.

¿Es posconflicto cuando el territorio tiene presencia de inversores privados que sacan todo el provecho posible a la naturaleza como materia prima arruinando los ecosistemas? ¿Impulsando las actividades extractivistas y, en algunos casos, motivando y atizando el fuego de la guerra para promover el fenómeno del desplazamiento de comunidades para liberar la tierra de sus dueños legítimos?


Que el posconflicto no se constituya en un discurso ideológico de este gobierno, promovido desde las corporaciones globales, y al que falsamente le juegan los actores armados, para legitimar el modelo de desarrollo existente que extermina la grandeza de este territorio, tanto en su biodiversidad natural como en su diversidad cultural.