Dos mitos de la sociedad de la información
Por
La
presente reseña hace referencia al documento elaborado por el profesor Oscar
Carpintero titulado “Pautas de consumo, desmaterialización y nueva economía:
entre la realidad y el deseo”
El
texto trata de confrontar el discurso, según el cual, la sociedad posindustrial
(centrada en las actividades de la tercerización de las economías como por
ejemplo, la sociedad de la información y la tecnificación) no tiene severos
impactos sobre el ambiente.
Para
Carpintero, el capitalismo actual (a pesar de esta tercerización) ha seguido
expandiendo la producción de bienes y servicios a costa de recursos naturales tanto en términos
absolutos como relativos. Desmonta así la idea que supone que una sustitución
de materias primas de tipo tradicional por nuevas materias (sustancias) menos
intensivas en cuanto al uso de energía y materiales pueden conllevar al
desarrollo sostenible y a la desmaterialización. (Carpintero, 2003).
Los
datos y el análisis al ciclo de vida, según Carpintero, demuestran que en esta
sociedad de la información se ha dado un incremento de la intensidad energética
y material utilizada para la producción de todo el equipamiento tecnológico
como ordenadores, celulares, entre otros productos que la dinamizan y que se
pueden ver tanto en los hogares como en las grandes corporaciones y en la
sociedad global en general.
No
se debe perder de pista, que si bien, existen unos impactos de estos productos per cápita, existen unos valores
absolutos de estos impactos que son demasiado importantes y peligrosos de modo
masivo y global.
Oscar
Carpintero va a confrontar dos mitos:
·
El
mito de que el desarrollo económico inmerso en el capitalismo logre
efectivamente ser un desarrollo sostenible.
·
El
mito de que la sociedad de la información es altamente coherente con el
desarrollo sostenible debido al proceso de desmaterialización, debido a que se requiere poca presión y uso sobre
los recursos de la naturaleza.
a. El mito 1. El desarrollo sostenible
Con
respecto al primero mito, Carpintero, considera que es casi imposible
establecer que se logre un verdadero desarrollo sostenible cuando, esta idea de
desarrollo sostenible nació como una propuesta del enfoque económico
convencional.
Según
el enfoque económico convencional tres serían los elementos relacionados que
beneficiarían el desarrollo sostenible: a) un proceso de tercerización de las
economías en donde el sector servicios alcanzaba un 60% del PIB, lo que supondría,
una disminución en la demanda de extracción de recursos minerales y de energía
lo que equivaldría menor presión sobre el ambiente; b) una sustitución de las
materias primas en las sociedades industriales por otras materias resultado del
proceso del desarrollo de la ciencia y la tecnología que se encargarían de
producir nuevos productos sintéticos que los reemplazarían; c) y al hacer uso
de menos materias primas de la naturaleza, entonces supondría una reducción en
la emisión de residuos y contaminantes.
Para
Carpintero, estos tres postulados no se plantearon con ingenuidad, muchos de
ellos sustentados con datos en diferentes estudios en todo el mundo, pero sobre
todo con datos de los países ricos, consideras como las principales economías
sostenibles. El problema es que estos postulados implicaban un análisis más
profundo con respecto a las implicaciones que tendría estos postulados sobre
los países considerados de economías pobres.
Para
Carpintero, los impactos de estos tres postulados tenían efectos diferentes
para unos y otros países. Por ejemplo, consideraba que “mientras los países
ricos presentaban problemas con la depreciación de su capital manufacturado
debido a su grado de industrialización, en el caso de los países pobres el
escollo procedía de la creciente extracción de recursos naturales que merman su
capital natural” (4). Los graves efectos ambientales serían trasladados a los
países pobres, demostrado con los impactos sobre la huella ecológica.
Una
segunda crítica que hace Carpintero a estos postulados donde se establece que
el sector servicios produce menos impactos ambientales, plantea que sectores de
servicios como los transporte requieren de importante cantidad de materias para
su funcionamiento, o como el turístico.
Finalmente
una tercera crítica relacionada con la sustitución de materias naturales por
materias sintéticas, queda demostrado que no solo se hace un uso intenso de
estos materiales sintéticos por el aumento de la población y el consumo, sino
también por los requerimientos de energía y materiales para la producción de
algunos productos industriales nuevos como la fibra de carbono, el poliuretano
y el aluminio, todos ellos, resultados de la extracción de recursos de la
naturaleza, como por ejemplo la fibra de vidrío que comienza con la extracción
de productos de cantera y minerales no metálicos como sulfatos, piedra caliza,
arenas y gravas.
Y
si esto sucede con los requerimientos de energía y materiales, también habría
que hacerse con los requerimientos de agua para la fabricación de estos nuevos
elementos. Por ejemplo, la fibra de carbono requiere de 2.411 toneladas de agua
por producto, 758 para aluminio.
Todo
esto demuestra que el desarrollo sostenible no es tan sostenible cuando se
sigue pensando desde la perspectiva de la economía convencional.
b. Mito 2. La sociedad de la información y la
desmaterialización
Con
respecto al segundo, íntimamente ligado con el anterior, Oscar Carpintero parte
su análisis demostrando la contradicción discursiva promulgada por los
gobiernos entre el desarrollo sostenible (entendida como la protección del
medio ambiente y la menor presión sobre sus recursos naturales) y la necesidad de
ir en camino a la sociedad de la información, del progreso tecnológico caracterizada
por el avance de la tercerización de sus sociedades.
Para
Carpintero se ha establecido una discurso engañoso, a veces transformado en
mito, según el cual, en la nueva sociedad, es decir la sociedad de la
información, se va encamino hacia una sociedad de la desmaterialización debido
a que en la sociedad de la información se hace menor uso de los recursos de la
naturaleza. Y que por tanto, en esta sociedad, donde se privilegian las
actividades económicas centradas en los servicios, la presión sobre el medio
ambiente tendrá menos costes ambientales.
Carpintero
desmonta el mito mostrando los niveles de consumo de energía primaria en tasas de aumentos del 4,5%. Pone como
ejemplo España en donde un habitante consumía en 1995, 2,57 tep y en el año
2000 había aumentado a 3,12 tep. Lo que la desmateralización energética no se
habría dado, sino que por el contrario el consumo energético había incrementado
en un 21%.
Buena
parte de la explicación de esta dinámica se encuentra en el metabolismo de
hogares, las empresas y las administraciones públicas. Esto pone en contacto
dos elementos que casi no se pusieron en relación como lo es la producción y
las pautas de consumo. Es claro que en las sociedades tercerizadas, el aumento
de energía en los hogares aumenta como claramente Carpintero lo observó en
países como Luxemburgo, Suecia, Irlanda, Bélgica y Finlandia.
La
alimentación de una población en crecimiento también genera importantes
impactos en la huella ecológica territorial. Por ejemplo, el consumo de carne.
Entre 1955 y 1995 se dio un incremento de este producto a pasar de un 20% al
50%, teniendo en cuenta que hoy los hogares cuentan con importantes artefactos
tecnológicos en la cocina y producción de comida industrial. Incluso en
sociedades con escaso crecimiento económico la tendencia al aumento de la
huella de la alimentación va en ascenso como cita Carpintero para el caso de la
Gran Bretaña.
Para
Carpintero, incluso se ha planteado el tema de la inmaterialización de la economía donde el mejor ejemplo está en las
nuevas tecnologías, o, como por ejemplo, para el sector empresarial, las
llamadas oficinas sin papeles, donde se pensó habría menos consumo de material
y energía. La cuestión central no está en el consumo que se hace de estas
nuevas tecnologías (ordenadores, celulares, Tablet) en la idea de disminuir los
impactos sobre la naturaleza, sino que el mismo proceso de producción de estas
tecnologías en una sociedad de consumo, parece tener grandes efectos, que
incluso se van a expresar en la disposición final o de residuos. Sobre todo,
porque son equipos y tecnologías que requieren de grandes cantidades de
combustibles fósiles y minerales.
Los
autos, la telefonía, el tvcable, los semiconductores, los ordenadores, son todos
productos y artefactos con altos niveles de producción de materias primas
minerales. Según lo expresa Carpintero, “Dado que los requerimientos
energéticos son considerables, conviene recordar que sólo el monitor de un
ordenador de mesa convencional supone la emisión de casi 700 kg de CO2 a la
atmósfera, cifra que si la ponemos en relación con el valor añadido generado
por la producción de un ordenador completo, se acerca a la mitad del impacto
ambiental sobre el cambio climático que ejerce la fabricación de un automóvil.”
(24).
Reflexión
final
Una
vez planteado lo anterior, deseo expresar que estoy de acuerdo con Carpintero
en el sentido de que, existen discursos que se hacen pasar por ambientales
cuando se presentan que por unidad o por uso per cápita (personal) se tiene poco impacto ambiental.
La
dimensionalidad del asunto por tanto se encuentra tanto en el consumo per cápita de productos sino también en
las cantidades absolutas que representa determinado bien o producto en términos
de su consumo, porque es en lo absoluto donde se pueden observar los verdaderos
efectos y presión sobre la naturaleza. Dicho de otro modo, la masificación del
producto para su consumo.
José
Bellever Soroa en un bello texto titulado “Lo pequeño no es tan hermoso: los
costes ambientales del consumismo de aparatos electrónicos” y publicado hace un par de años cita los
siguientes datos:
Como
se puede observar, es sustancial el incremento mundial en millones de unidades
del consumo de aquellos productos que aparentan no tener impactos ambientales.
Por ejemplo, la venta de ordenadores pasó de 308,3 en 2009 a 315,2 millones de
unidades en 2013. Las tabletas (Tablets) que son una producto reciente en el
mercado global pasó de 19,5 en 2010 pasó a 197,2 millones de unidades en 2013.
Televisores de igual modo, pero es sorprendente los valores de teléfonos
móviles que en 2009 se vendieron 1211,2 millones de unidades y en 2013 la cifra
habías ascendido a 1875,8 millones de unidades.
En
este caso, no es solo el producto físico, es decir, por ejemplo el teléfono
móvil, sino que implica toda la plataforma (desde el cargador de celular hasta
el satélite que gira sobre la Tierra) que se requiere para su uso, incluyendo,
el flujo de energía que transporta la información (mensajes orales, escritos,
imágenes) así como la energía almacenada (batería) para que pueda funcionar. Algunos
datos para el 2009 aportados por Fundación Terra[2]
de la huella ecológica de un teléfono móvil reciente serían:
·
La duración de uso de los terminales móviles no
supera los 2 años
·
creciente miniaturización de los chips: si para un
gramo de microchip se precisaban en el 2005 unos 34 kg de materiales diversos
(la mitad de agua), hoy las nuevas prestaciones están exigiendo por gramo de
microchip hasta 50 kg.
·
En 2009 se registraron
702.700 toneladas de residuos RAEE, más del 50% correspondiente a
electrodomésticos, pero casi el 23% de aparatos informáticos y
microelectrónica.
·
España sólo alcanzó una ratio de recogida de RAEE
de 3,54 kg/habitante/año en proporción a su cuota de mercado (un 14% del total
nacional).
·
En el año 2009 el volumen de RAEE por cada español
era de 14,4 kg anuales.
·
El número total de líneas vinculadas a internet
móvil alcanzó en 2009 las 21,5 líneas por cada 100 habitantes: líneas de banda
ancha por redes fijas y móviles, el 16,7% de este total fueron de redes 3G/UMTS
(para la telefonía móvil).
·
La telefonía móvil alcanzó en 2009 las 122 líneas
por cada 100 habitantes. Se calcula que los terminales operativos son más de 50
millones de aparatos y las ventas anuales de nuevos terminales oscila entre 20
y 25 millones de unidades sólo en España.
Creo
que al leer a Carpintero se pierde ese estado de inocencia en el que se nos
había hecho caer al presentarnos las nuevas tecnologías y el sector de los
servicios como sectores de bajo impacto ambiental, cuando lo que se demuestra
es que en términos absolutos los efectos sobre el medio ambiente son
desastrosos. Esto pone entre dicho el discurso de la desmaterialización de la economía
que promueven algunos gobiernos sin establecer con claridad quiénes y en dónde
están los que pagan por los efectos de esta desmaterialización, como
efectivamente sucedió con los países ricos donde el pago ambiental lo dieron
los países de economías pobreS.
Esto
nos conduce a otro cuestionamiento altamente preocupante como lo es el
comportamiento humano en una sociedad de alto nivel de consumo de productos que
no son considerados básicos sino que satisfacen unas necesidades banales de
lujo, imagen y estatus social. La sociedad del lujo, como lo expresaría Lipovetski,
y/o la sociedad de la modernidad líquida, como lo expresaría Bauman, no solo
tienen efectos para la banalidad del ser humano, sino que expresan, además, un
entendimiento demasiado pobre de lo que significa este estilo de vida para la
naturaleza.
Bibliografía
Bauman,
Zygmunt. (2002). Modernidad Líquida. México: Fondo de Cultura Económica.
Bellver
Soroa, José. Lo pequeño no es tan hermoso: los costes ambientales del
consumismo de aparatos electrónicos. En, Boletinecos, Fuhen ecosocial, No. 25,
diciembre 2013-febrero 2014.
Carpintero,
Oscar. Pautas de consumo, desmaterialización y nueva economía: entre la
realidad y el deseo. En, Joaquim Sempere (ed.), Necesidades, consumo y
sostenibilidad, CCCB/BaKeaz, Barcelona, 2003.
Lipovetsky,
Gilles; Roux, Elyette. (2004). El lujo eterno: de la era de lo sagrado al
tiempo de las marcas. Barcelona: Anagrama.
[1] Magíster en
Sociología, profesor del Departamento de Ciencias Sociales y director del grupo
de Investigación en Conflictos y Organizaciones de la Universidad Autónoma de
Occidente. huribe@uao.edu.co
[2]
Impacto ambiental de móviles y microelectrónica. http://www.terra.org/categorias/articulos/impacto-ambiental-de-moviles-y-microelectronica