Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

Hernando Uribe Castro, derechos reservados. Citar la fuente. Plantilla Simple. Imágenes de la plantilla degaffera. Tecnología de Blogger.


viernes, 19 de junio de 2015

EL MINISTRO DEL MEDIOAMBIENTE: ¿POLITICO O AMBIENTALISTA?

El Ministro del Medioambiente: ¿político o ambientalista?

Por Hernando Uribe Castro
Centro Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER
Profesor de la Universidad Autónoma de Occidente
Estudiante del Doctorado en Ciencias Ambientales, Universidad del Valle

Para quienes hemos tenido algo de formación ambiental, nos damos cuenta perfectamente lo difícil que es comprender la dimensión sistémica y compleja de la dinámica de la naturaleza y sus ecosistemas, y sobre todo, si estos han sido intervenidos por la humanidad, que no solo ha hecho uso de ellos para su sobrevivencia, sino que además se dio la tarea de producir un ataque enérgico contra los ecosistemas en busca de rentabilidad, acumulación y todo tipo de exterminación en pro del “beneficio”, “desarrollo” y “progreso”.

En Colombia, este ataque enérgico contra la naturaleza ha sido liderado por el mismo Estado, los empresarios, los grupos legales e ilegales y por las corporaciones globales que ven en el territorio nacional, elementos de la naturaleza, convertidos en recursos que generan importantes ganancias.

El Estado no solo ha permitido esta intervención sobre la extracción de la naturaleza sino que además la impulsa y la promueve. Invita a las corporaciones globales extractivas a que vengan al país a producir crecimiento a costa del deterioro ambiental que afecta a las comunidades locales y sus entornos de vida.

En este Estado, desde donde se promueve este tipo de actuación a través de los Planes de Desarrollo, actúan seres humanos de carne y hueso que toman estas decisiones. Seres humanos que como agentes del Estado actúan como tal para impulsar estos intereses privados. Agentes, algunos de ellos provenientes del sector privado, se insertan en el gobierno, construyen y utilizan el marco jurídico para legitimar sus decisiones y legitimarse a ellos mismos como Estado.

Por ello no es raro que en Colombia sucedan casos como el que un Ministro del Medioambiente sea un abogado, con posgrado en Gerencia de Recursos Humanos, en Mercadeo y en Dirección de Empresas. Nada que ver con el ambiente.

El actual Ministro del Medioambiente en Colombia es Gabriel Vallejo López “abogado de la Universidad Externado de Colombia con posgrado en Gerencia de Recursos Humanos de la Universidad de los Andes, postgrado en Mercadeo de EAFIT-CESA de Colombia y tiene un MBA en Dirección de Empresas en el Instituto de Empresa de Madrid, España. Realizó estudios de coaching en Ola Coach, de España, además de un curso de Alta Dirección en el Ipade, de México” (tomado de la Presidencia de la Republica de Colombia).

Según la Presidencia de la República, este Ministro ha sido Gerente del Servicio al Cliente de la Compañía Mundial de Seguros, Gerente de Mercadeo de la cadena Hoteles Royal, Vicepresidente de Recursos Humanos de Noel, Gerente General de Canal Capital de Bogotá, Director General de HSM Group México, Vicepresidente Comercial para Latinoamérica de HSM Group, Gerente General de Medios Especializados de Casa Editorial El Tiempo y Vicepresidente de Media 24.

Después de toda esta presentación se pregunta uno, ¿y dónde está la formación ambiental del Ministro? Esto implica que no solo el Ministro no está preparado para afrontar los complejos problemas ambientales sino que además hace de su Ministerio algo reducido, algo pequeño, algo sin importancia. Y sobre todo en un contexto de camino hacia el posconflicto, donde los temas ambientales deben estar al orden del día.

Bien lo afirma Manuel Rodriguez Becerra cuando en reciente entrevista que se le realizó sobre la crisis ambiental en el país, expresa con respecto al Ministro del Medioambiente:

No sé si entienda totalmente porque él no es un experto en eso, pero además el Ministerio de Medio Ambiente es tan pequeño y limitado… Esto tiene que ver con políticas ambientales, mineras, agrícolas y con el desorden enorme de este país, donde hay una cantidad de sectores que están por fuera del control del Estado a través de grupos criminales, informales, de la nueva riqueza, legal o ilegalmente hecha. En cierto sentido estamos viviendo el posconflicto. Hay una cantidad de empresas de mediano tamaño que están drenando humedales para sembrar palma de aceite. Eso está pasando en el Magdalena Medio, en la Orinoquia. Secan humedales, tumban morichales, cortan matas de monte. En algún momento, después de que hagamos la paz, habrá que hacer una especie de pacto nacional, a ver cómo contenemos esto, que es clave para el desarrollo futuro del país.” (El Tiempo, 16 de junio de 2015).

Y esto no solo sucede con el medioambiente, puesto que también se ve en la educación, la salud y todos los sectores sensibles en los que se nombran agentes del Estado cuya formación nada tiene que ver con sus espacios de actuación.



martes, 2 de junio de 2015

EL MIEDO AMBIENTE EN CALI, COLOMBIA

El miedo ambiente en Cali, Colombia

Por:
Leonardo Franco Cruz[1] y Hernando Uribe Castro[2]

A pesar de todos los anuncios e informes globales sobre la crisis ambiental, la sociedad brinda pocos signos de miedo frente a las consecuencias de sus actos y actividades irresponsables con la naturaleza en los lugares que habitan y las implicaciones que tienen para el planeta Tierra.

Pareciera como si la posibilidad de ocurrencia de un desastre ambiental no se percibiera como algo que pueda suceder en cualquier momento, sino como un acontecimiento lejano en tiempo y espacio. Incluso, en un mundo donde la tendencia es a la concentración de población en las ciudades, el miedo en y a la ciudad se sigue percibiendo en términos de criminalidad, seguridad e inseguridad y poco se siente la preocupación por el miedo ecológico y/o ambiental.

En buen medida, el miedo ambiental se in-visibiliza de parte de los gobiernos y los inversores privados y se manipula para orientar la opinión pública, para favorecer los intereses económicos y políticos con el fin de ejecutar la ciudad concebida por la racionalidad del reduccionismo técnico y económico, que beneficia a unos pocos y afecta a la gran mayoría.

La magnitud de los impactos ambientales a causa de este desarrollo se abandona y se opaca a los ojos de los ciudadanos. Muy a pesar de que los profesionales en el estudio y evaluación del impacto ambiental hagan gritos desesperados de la necesidad de transformar el modo de comprender, actuar y vivir en un mundo que es limitado para la humanidad; mientras tanto, los poseedores de las decisiones, de los planes, programas y proyectos de “desarrollo” los ejecutan sin importar las consecuencias para el presente y futuro de la naturaleza que, en última instancia, también es nuestro presente y futuro como especie.

En Cali, por ejemplo, ciudad colombiana, el desastre ocasionado por el “desarrollo” con respecto a los elementos de la naturaleza como el agua, el aire y el suelo expresan ya, a simple vista, efectos irreversibles. Cuencas hídricas destruidas, montañas erosionadas y desnudadas de su cobertura vegetal, bosques extintos, pérdida de ecosistemas endémicos y especies nativas, grandes socavones sobre las pendientes de la montaña para la extracción minera y material para la construcción.

Adicional a ello, una expansión urbana sobre áreas que no deben ser urbanizadas, como zonas de antiguos humedales o de inundación del río Cauca, como sucede en el oriente y suroriente de la ciudad y, la construcción sobre las laderas de las montañas ubicadas próximas a fallas geológicas o en cercanías del de reservas forestales y el Parque Nacional Natural Farallones.

El aire, el agua, el suelo y la vida por la presencia y expansión de la ciudad podrían considerarse en crisis y aun así, el miedo ambiental no se percibe entre los ciudadanos, ni entre los autores intelectuales y ejecutores de los proyectos.

La carencia del miedo repercute en los actos irresponsables de gobiernos y gobernados para quienes la crisis de la naturaleza parece ser cuento de fábulas. La carencia de miedo implica seguir desarrollando políticas de desarrollo urbano sin ningún tipo de respeto por las condiciones locales ecosistémicas. La producción de la carencia de miedo es hacer de los ciudadanos negligentes a los proyectos liderados por el capital privado y el Estado.

Existe entonces, una distancia entre el riesgo potencial y la percepción que los habitantes tienen y puedan tener de sus entornos. Es decir, la sociedad caleña, sus políticos y comunidades, a pesar de haber construido sobre zonas con amenazas latentes, no han querido (intencional o no) percibir ese riesgo histórico del cual hacemos parte.

Pero también suele suceder que se perciba el riesgo que se corre, pero pueden llegar a pesar más los intereses particulares, las necesidades u otros aspectos que conllevan a que sabiendo que se corre riesgo, se continúe promoviendo estos procesos de desarrollo urbano y los efectos nocivos sobre las condiciones naturales de los entornos. Un ejemplo claro se tiene con el proyecto conocido inicialmente como Ecociudad Navarro (hoy llamado Ciudadela CaliDa), cuyo proyecto pretende desarrollar 45 mil viviendas construidas sobre el antiguo botadero de basura de Navarro. Incluso, el que al proyecto se le haya cambiado de denominación de Ecociudad Navarro a Ciudadela CaliDa puede entenderse como un ocultamiento de lo que verdaderamente sucede con este lugar y las implicaciones que tendría a futuro para la de salud de las personas que empiecen a vivir en ese lugar. 

En este sentido, tanto la construcción como la percepción social del riesgo, son elementos que se pueden complementar, que son históricos y sociales, pero también espaciales, porque regularmente el riesgo surge de las acciones de los individuos y su comportamiento y acciones sobre el espacio. El mejor y más reciente ejemplo lo tuvimos aquí mismo, en Colombia, con el municipio de Salgar, ubicado sobre todo el cauce del río, quien por una mezcla de causas naturales e intervenciones antrópicas, reclamó su lugar, su antiguo cauce.

Es un ejemplo al que deberíamos prestarle toda la atención y empezar a pensar sobre nuestra realidad y lugar donde desarrollamos nuestras vidas. Sin lugar a dudas, Cali hoy es una expresión de desastre ambiental, actual y potencial, tanto por lo que ocurren en su zona rural como por lo que acontece en su zona urbana.





[1] Administrador del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales. Joven Investigador. Universidad Autónoma de Occidente.
[2] Magíster en Sociología. Estudiante del Doctorado en Ciencias Ambientales, Universidad del Valle. Profesor Universidad Autónoma de Occidente.