Breves comentarios a los planteamientos marxistas ambientales
Por: Hernando Uribe Castro[1]
La
siguiente reseña aborda cuatro autores desde la perspectiva del marxismo
crítico con respecto a los efectos del capitalismo en el medio ambiente. Estos
autores son: de E. Swyngeouw se analizó el texto “¡La naturaleza no existe! La
sostenibilidad como síntoma de una planificación despolitizada” (2011); de J.
O´connor se abordó el texto “¿Es posible el capitalismo sostenible?” (2002); de
D. Harvey el libro “El nuevo imperialismo” (2007); finalmente, de E. Altvater
el artículo “¿Existe un marxismo ecológico?” (2006)
Erik Swyngedouw y la ecología como el nuevo opio.
El
autor se propone desarrollar tres argumentos: a) la naturaleza, como “medio
ambiente” y “sostenibilidad” son significantes vacíos; b) no existe una
“naturaleza” sino que existen naturalezas múltiples y relaciones
socio-naturales diversas; c) la naturaleza entendida como algo particular despolitiza
las cuestiones políticas de las soluciones a las crisis ecológicas; d) la “naturaleza”
y la “sostenibilidad” hacen parte del juego contemporáneo para despolitizarla;
e) es necesario politizar el medio ambiente a partir de:
“base del reconocimiento de la indeterminación
de la naturaleza, el antagonismo constitutivo de la ciudadanía, la
incondicional demanda democrática de la igualdad política y la posibilidad real
de inaugurar diferentes futuros socioecológicos, viables y público, que
expresen las presunciones democráticas de libertad e igualdad” (2011:47)
Este
autor parte del planteamiento según el cual, es necesario tener precaución con
todo un conjunto de argumentos que se hacen con respecto a la naturaleza cuya característica es dada por un vacío,
conceptualmente político. Lo que permite
hacer uso de estos conceptos del modo más ideológico con los cuales se pretenda
dar solución a la crisis socio-ecológica.
Para
este autor, existen, tres sentidos con respecto a los significantes del
término: primero, la diversidad conceptual de la naturaleza hace difícil su comprensión de primera mano, y por
tanto, comprenderla, requiere por tanto llegar a esos otros conceptos que la
componen; segundo, la naturaleza se comprende como lo correcto, lo normativo y
como principio de organización eterna; tercero, la naturaleza como el paraíso.
Estos
tres sentidos tienen el papel, no solo de la dificultad de definir exactamente
qué es la Naturaleza, sino también de despolitizar su sentido político y, por
tanto, la hace un concepto confuso y que limita la posibilidad de su propia
defensa. Esto significa que entre más significantes tengan que utilizarse para
conferir un sentido al concepto, más complejo e incompleto se vuelve su
comprensión.
Pensar
el conflicto ecológico sin la naturaleza (en el sentido de las tres sentidos)
libera los argumentos para poder afrontar la crisis ecológica. “La naturaleza
constituye, precisamente, ese elemento vacío central cuyo sentido solo se
esclarece relacionándolo con otros significantes, reconocibles de forma
directa.”(2011:44).
Se
ha tratado de solucionar este problema con otro significante vacío como
sostenbilidad. Este concepto aparece entonces como un re-ensamblamiento
pospolítico que hace referencia a la gobernanza ambiental. Sostenibilidad por sí
mismo entonces sigue requiriendo un arsenal de nuevos significantes tales como
“comunidades sostenibles”, “bosques sostenibles”, “ciudad sostenible o verdes”
o “ecociudades” que reemplazan el sentido político del término.
Esto
ha llevado a que desde los espacios de toma de decisión y de poder político se
establezcan los siguientes criterios y argumentos: a) los problemas sociales y
ecológicos causados por el capitalismo son efectos secundarios; b) estos efectos son globales amenazantes; c)
impone un discurso populista hacia la construcción de una ciudadanía globalmente
ambiental; d) los problemas que producen la crisis son externalidades e
incorpóreos, sin nombre, ambiguo y difuso; e) una gestión política de las
preocupaciones.
Estas
complejidades demandan una re conceptualización de lo político, de la política
y del sentido de la planificación, como acto que materializa la decisión
política con respecto al actuar ambientalmente. No existe una ecología
igualitaria, sino ecologías diversificadas. Por tanto, las respuestas deben ser
acordes a las realidades específicas.
Esta
re conceptualización de las relaciones socio-ecológicas se hace urgente. Un
sentido de naturalezas es pluralista y democrático que implica múltiples
soluciones sobre los diferentes entornos. “los entornos son el resultado
histórico-específico de procesos socio-físicos. Todos los procesos
socio-espaciales, de hecho, son construidos invariablemente en base a la
circulación, el metabolismo y la codificación de procesos sociales, culturales,
físicos, químicos o biológicos, pero su resultado es contingente, a menudo
imprevisible, enormemente variado, arriesgado.” (2011:62).
James O´Connor y su pregunta por “¿Es posible el
capitalismo sostenible?”.
El
autor parte haciendo una diferenciación del concepto de sostenibilidad en el
marco de la frase “capitalismo sostenible”
en cuatro sentidos: a) sostenibilidad como apoyo o sostener el curso; b) sostenibilidad en el
sentido de proveer o proporcionar medios de vida; c) en el sentido de persistir
o sostener si ceder; d) sostenibilidad ecológica.
La
pregunta de fondo que se hace Oconnor es ¿es posible el capitalismo sostenible?
Y su respuesta es no haciendo uso de lo que denomina las contradicciones del
capitalismo: la primera conocida como “contradicción interna entre el poder
político del capital y la capacidad de la economía capitalista para funcionar”
y la segunda “la reducción de las ganancias marginales” generada por la
contradicción capital y naturaleza que se encuentran asociadas a los efectos
adversos para el capital que surgen del ambientalismo y los movimientos
sociales. Como se puede observar es un problema político.
Con
respecto a la primera contradicción O´connor plantea que:
“el
intento de los capitales individuales de defender o restablecer sus ganancias
incrementado la productividad del trabajo, aumentado la rapidez de los procesos
productivos, disminuyendo los salarios o acudiendo a otras formas usuales de
obtener mayor producción con un menor número de trabajadores, y pagándoles
menos además, termina por producir, como un efecto no deseado, una reducción en
la demanda final de bienes de consumo. Una menor cantidad de trabajadores
técnicos y otras personas vinculadas al proceso de trabajo produce más y, por
tanto, está por definición en menor capacidad de consumir, descontando una
deflación de los precios. De este modo, mientras mayores son las ganancias
producidas, o la explotación de trabajado, menores serán los beneficios realizados,
o demanda de mercado, si todos los demás factores permanecen sin cambios” (2002:35)
Con
respecto a la segunda contradicción:
“si
los costos de trabajo, los recursos naturales, la infraestructura y el espacio
se incrementan de manera significativa, el capital enfrenta una crisis
económica que surge del lado de los costos: de una parte cuando los capitales
individuales defienden o recuperan ganancias mediante estrategias que degradan
las condiciones materiales y sociales de su propia producción, o que no logran
mantenerlas en el largo del tiempo (…) o cuando los movimientos sociales exigen
que el capital aporte más a la preservación y a la restauración de estas
condiciones de vida, cuando demandan mejor atención de salud, protestan contra
el deterioro de suelos, y defienden los
vecindarios urbanos de forma que incrementan los costos de capital o reducen su
flexibilidad.” (2002:37)
Para
O´connor al capitalismo no le ha quedado fácil enfrentar estas dos
contradicciones con respecto al medio ambiente porque existen unas condiciones
de contexto:
Primero,
a pesar de que se ha dado una serie discursos verdes, la evidencia desfavorece
la sostenibilidad ambiental del capitalismo, segundo, porque los gobiernos
privilegian la atracción de inversiones antes que solucionar los problemas
ambientales locales o nacionales; tercero, porque no existe una suficiente
fuerza de movimientos verdes autónomos; cuarto, porque algunos gobiernos
negocian derechos de primogenitura a las corporaciones.
Para
cada contradicción, el capitalismo plantea soluciones no todas las veces
efectivas y con repercusiones graves para la sociedad, como por ejemplo la
reducción de los costos sobre los costos. Para O´connor, un capitalismo
sostenible requeriría, para iniciar, de por lo menos dos principios:
presupuestos nacionales que obligaran a pagar impuestos elevados sobre insumos
de materias primas (carbón, petróleo, nitrógeno) y sobre productos
(automóviles, plásticos, etc), complementados con política de etiqueta verde
que exime a las compañías verdaderamente verdes. El otro sería carácter
político, es decir, de contar con políticas nacionales de gasto que subsidien
masivamente a la energía solar y otras fuentes alternativas de energía, algo
así como un presupuesto verde.
Para
terminar, no obstante, O´connor plantea que no se sabe la reacción de capitales
individuaes, gobiernos y agencias internacionales ante una eventualidad
ecológica general o global. Frente a esto puede ocurrir: a) presión de costos
fuerce a capitales individuales a restarurar ganancias incluyendo las
externalidades; b) la construcción de un programa general de restauración
ambiental.
Igualmente,
plantea tres posibilidades políticas: a) un espacio público de participación de
minorías, trabajadores, mujeres movimientos urbanos y ambientalistas trabajen
política y económicamente, en estrategias y alianzas electores que fortalezcan
a sociedad civil y tensionen los espacios políticos tradicionales que han
tomado decisiones. b) alternativas económicas y ecológicas dentro de la esfera
pública o bienes verdes comunales “ciudades verdes”, “diversidad agrícola” etc.
c) democratización de los centros de trabajo y la administración del Estado, de
algunos aparatos de Estado y eliminación de otros.
David Harvey y la acumulación por desposesión
Ahora
bien, David Harvey considera que comprender esta relación entre capitalismo y
la sociedad (caracterizada por una tendencia a los procesos de urbanización),
se requiere comprender la relación entre los procesos sociales y las formas
espaciales.[2] Comprender esta
relación también permite develar la injusticia social, la jerarquización del
poder y la acumulación por desposesión.
Harvey
considera que el espacio es una de esas dimensiones a veces olvidadas en el
análisis social. El descubrir el espacio y su relación con los procesos
sociales, pone a la teoría y a la metodología en otro lugar diferente a la
forma de explicación tradicional, donde el espacio es un simple recipiente que
se llena con cosas y prácticas culturales que racionalizan su uso. En el
espacio se expresan los fenómenos y los comportamientos sociales que pueden
conllevar a la formación, transformación o resignificación del espacio. La
noción de espacio para Harvey es la de espacio construido.
Y
si los procesos sociales son vistos en las formas espaciales, lo es también la
justicia social. Los espacios son puntos importantes donde la justicia social
se materializa y se produce, por lo que la justicia social surge de los
procesos sociales que llegan a verse expuestos en los lugares ocupados por la
sociedad. Y esta justicia social también se distribuye sobre el espacio. Tanto
la injusticia social, las desigualdades y los procesos de exclusión de poblaciones
hacia lugares marginales y la acumulación por desposesión, que son
características de la sociedad capitalista y que pueden verse de modo claro en
el modo como los agentes del capital y del Estado construyen sus territorios,
se pueden comprender mejor con la ayuda de los planteamientos marxistas
partiendo de la función entre el valor de uso y el de cambio en los modelos de
integración económica y de organización social.
Comprender
el paso que tiene un objeto de un valor de uso, hacia un valor de cambio de tal
modo que se convierte en mercancía. Harvey se pregunta qué sucede cuando ese
objeto natural es el suelo y cómo el suelo se transforma en mercancía. En ese
proceso de transformación entre un valor y otro, existe un proceso social que
explica cómo se produce el valor de cambio. Pero además, como la mercancía
misma resume ese proceso social que implica relaciones sociales y económicas en
el capitalismo: a) el suelo no es trasladable porque tiene localización fija y
sobre este punto existe una propiedad que puede ser monopolizada; b) son
mercancías de las que ninguna persona puede prescindir; c) cambia con menos
frecuencia de manos y acumulan operaciones comerciales, infraestructura de
servicios públicos y vivienda. El suelo es permanente y las mejoras tienen
porvenir porque almacenan riqueza, valores almacenados y menos mantenimiento
pero también cambios en el mercado de periodos cortos, uso es largo y
diferentes usos.
Harvey
señala además que la explicación debe incluir el problema de la renta, porque:
la renta funciona como un instrumento de racionamiento que distribuye
normalmente los usos del suelo en las distintas localizaciones; La renta es la
ganancia producida por un factor de producción escaso, y el suelo no difiere
esencialmente del trabajo o del capital; existe una relación entre la renta y
la propiedad privada; la renta puede surgir según el modo dominante de
producción; las definiciones de renta dependen de las condiciones económicas de
cada época. La renta surge para asignar al suelo diferentes usos: el uso del
suelo puede determinar el valor y en esta medida se conduce a modelos
eficientes; pero cuando el valor puede determinar el uso del suelo, de
inmediato se produce especulación del valor.
En
el modelo de integración económica capitalista, el plusvalor tiene importante
injerencia en la acumulación por desposesión. La transición de la reciprocidad
a la redistribución (se da cuando hay un cambio de reproducción simple, a
reproducción ampliada). Esto conlleva a una acumulación originaria de unos
sobre otros, en la sociedad jerárquica. Esto es la base embrionaria del
intercambio de mercado.
Las
condiciones que permitieron la transformación de la reciprocidad en
redistribución fueron cruciales para el urbanismo y concentraron el
plusproducto en pocas manos y sitios.
Aquí es importante el concepto la
acumulación por desposesión propuesto por David Harvey en su libro “El nuevo
imperialismo” (2007):
“la
mercantilización y privatización de las tierras y la expulsión por fuerza de
las poblaciones campesinas; la conversión de varios tipos de derecho de
propiedad (comunal, colectiva, estatal etc.) en derechos de propiedad privada
exclusivos; la supresión del acceso a bienes comunales; la mercantilización de
la fuerza de trabajo y la supresión de formas alternativas (indígenas) de
producción y consumo; los procesos coloniales, neocoloniales e imperiales de
apropiación de bienes (incluido los recursos naturales); la monetización del
intercambio y los impuestos, en particular sobre la tierra; la trata de
esclavos; y la usura, la deuda nacional y más recientemente el sistema de
crédito.” (2007)
Elmar Altvater y la pregunta por: ¿existe un
marxismo ecológico?
Marxismo
puede ayudar a plantear y comprender los problemas ecológicos contemporáneos,
teniendo en cuenta la ambivalencia que existe en esta tradición con respecto la
naturaleza. Según Altvater, Marx comprendía la práctica humana como parte del
metabolismo hombre-naturaleza. La producción y reproducción capitalista es un
proceso continuo de crecimiento y de expansión sobre la naturaleza.
En
la producción capitalista, la producción tiene doble carácter, por un lado la
producción como proceso de trabajo (la transformación de materia natural y
energía en valores de uso) y por otro, la producción como productor de valor y
plusvalía (acumulación capitalista y crecimiento económico). Un fetichismo del
crecimiento.
Almater
llama la atención sobre cómo esta lógica del capitalismo produce una crisis y
contradicciones. Para ello se arma de los argumentos del propio Marx sobre la
“naturaleza humanizada” de Harvey sobre la acumulación por desposesión (que
explicamos en el punto anterior y de O´connor sobre las dos contradicciones del
capital (explicado en el punto número uno de este escrito).
Para
Almater además de lo anterior, existen dos puntos esenciales abordados desde el
marxismo: la cuestión de la valorización y la entropía.
Con
respecto a la valorización plantea:
la acumulación capitalista tiene espacio y tiempo. El tiempo entendido como
aceleración, el aumento de la productividad y la plusvalía relativa como
elementos relacionados con la unidad de tiempo: acelerar todos los procesos
para extender el alcance de la producción y la reproducción del capital sobre
el espacio. Y la expansión espacial del capital es en parte la dinámica de la
acumulación del capital eliminando fronteras y limites, es decir la
globalización moderna. Elementos analizados por el propio Marx en Grundisse. “el capitalismo es un sistema
expansionista en el que todo es interpretado como materia prima para el proceso
de producción de valor y plusvalía” (2002:358). Por tanto la valoración es
un principio infinito en el capitalismo.
Con
respecto a la entropía plantea: el
capital se apropia de la plusvalía como recurso para reinvertir y acceder a una
plusvalía mayor. Pero esta dinámica del capital no es la misma que de la
naturaleza cuyo tiempo de retorno es lento y supera la expectativa del tiempo
humano, en muchos casos.
Al
darse esto, en el capitalismo los stock de materia y energía son agotados
incrementado al entropía en un planeta limitado. Para Almater entonces, el
marxismo aporta a la comprensión de la relación hombre y naturaleza en donde el
hombre la transformar la naturaleza produce un metabolismo incidido por la
lógica del capital que no es la misma lógica del modo como opera la propia
naturaleza, produciéndose asi una crisis ambiental
Bibliografía
Altvater,
E. ¿Existe un marxismo ecológico?, en La teoría marxista hoy: problemas y
perspectivas. Atilio Borón, Javier Amadeo, Sabrina González, Elmar
Altvater. Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO, 2006.
498 pág.
Harvey,
D. El nuevo imperialismo. Madrid: Ediciones Akal, 2007.
O'Connor,
J., (2002) "¿Es posible el capitalismo sostenible?" en H. Alimonda
(comp.) Ecología, política,
naturaleza, sociedad y utopía. Buenos Aires, CLASCO. pp 27-52.
Swyngeouw.
E. ¡La naturaleza no existe! La sostenibilidad como síntoma de una
planificación despolitizada, en Urban,
No. 11, 2011. pp 41-66.
[1]
Profesor
del Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Occidente.
Estudiante del Doctorado Interinstitucional en Ciencias Ambientales.
huribe@uao.edu.co
[2] “Las formas
espaciales han sido tratadas aquí no como objetos inanimados dentro de los
canales se despliegan los procesos sociales, sino como cosas que «contienen»
procesos sociales en la misma
medida en que los procesos sociales son espaciales” (1977, p. 3).