Hacia el estrés ambiental e hídrico*
Por Hernando Uribe Castro
Integrante del Centro
Interdisciplinario de Estudios de la Región Pacífico Colombiana, CIER
Universidad Autónoma
de Occidente
Magíster en
Sociología y Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales
En uno de los pasajes más bellos del libro La ciudad de las bestias de
la escritora Isabel Allende -historia que se centra en los riesgos que corren
los indígenas del Amazonas y sus saberes ancestrales por la incursión de las
empresas explotadoras y extractivas-, aparece una sabia frase: “la experiencia es lo que se
obtiene justo después que uno la necesita”. Frase que cobra todo el
sentido al observar los acontecimientos actuales de nuestra crítica realidad
ambiental local-global.
La sociedad parece estar anestesiada, autista, e indiferente
frente a la gravedad que reviste la situación ambiental planetaria, resultado
de las acciones humanas. Se está ante un modelo que acrecienta los
monocultivos, produce montañas de basura en tierra y mar, que emite gases de
efecto de invernadero que ferozmente siguen hiriendo a la Madre Tierra.
Acciones humanas que explotaron, esclavizaron y extinguieron comunidades
ancestrales. Este efecto de exterminio sobre el sistema viviente, actúan como
boomerang sobre la misma humanidad, pues el planeta está pasando ya su cuenta
de cobro.
En Colombia, por ejemplo, 140.356 has de bosque fueron
desforestadas (IDEAM); hay 359 especies silvestres en peligro de extinción
(UINC); De los 48.437 humedales registrados, solo el 7% de humedales están
protegidos (Instituto Humboldt); Existen 5,5 millones de has sembradas y se
espera llegar a 6.5 en el 2018 (MINAGRICULTURA); 39,2 millones de has ocupa la
industria del ganado y existen 22.593.283 cabezas (FEDEGAN); según el Censo
Ganadero, el 0.4 % de propietarios tienen el 41 % de los 113 millones de
hectáreas de uso agrícola.
Vamos cada día hacia un estrés ambiental e hídrico. Presenciamos los
bruscos cambios y variabilidades climáticas: desesperante ola de calor y/o
frío, carestía del agua, deshielo de los polos, cuyos efectos son claramente
visibles en el planeta; efectos que en buena medida son resultado del modelo de
desarrollo social y económico extractivo; de la negligencia e indiferencias de
unas instituciones del Estado que no han garantizado una vida sustentable y
responsable con la naturaleza y una sociedad civil maniatada-paralizada y
silenciosa. Los acuerdos sobre Cambio Climático Global lo hacen los Estados,
pero no las Corporaciones que son las que en últimas las que imponen y ejercen,
verdaderamente, el poder del modelo de sociedad contemporánea consumista, con
una capacidad de persuasión publicitaria.
El estrés ambiental se refiere aquella situación de
alteración y tensión emocional en el sistema viviente y que es provocada por el
agotamiento y el exterminio de los elementos básicos ofrecidos por la
naturaleza –como
la tierra, el agua, el aire y los alimentos necesarios para la sustentabilidad
de la vida– debido a las irresponsables, destructoras y egoístas
acciones humanas. Hace parte de ese estrés ambiental, el estrés hídrico que
se refiere, precisamente, aquella situación de alteración y tensión
caracterizada por una alta demanda de agua y poca cantidad disponible durante
un periodo y espacio determinado, debido al deterioro en términos de su
cantidad (número de fuentes de agua y ríos secos) y de su calidad
(contaminación, salinización, presencia de químicos y venenos, etc.).
Una ciudad como Cali, con siete cuencas hidrográficas, con unas
montañas favorables para la inversión térmica, con un Parque Nacional Natural
sobre los Farallones con alta diversidad de especies, asentada sobre un valle
geográfico con las tierras más fértiles del país para la producción de
alimento, tendría que ser la urbe mejor preparada para afrontar los efectos de
la variabilidad y el cambio climático. Pero no lo es. Por ejemplo, el 24 de
enero de 2016, el río Cali había bajado su caudal a 300 litros por segundo de
los 1800 litros por segundo que es el promedio histórico y el río Cauca pasó de
tener un caudal de 200.000 litros por segundo, a 85.690 litros por segundo, un
bajo nivel récord (El País, 24-01-2016).
En otros lugares de la región se denunciaron múltiples abusos:
por ejemplo, ingenios azucareros que captaban agua de forma ilegal en los ríos
Frayle y Amaime para sus cultivos mientras las poblaciones aguantaban sed;
propietarios privados daban muerte a la Laguna de Sonso para cultivar caña de
azúcar; la extrema sequía del río Sambingo en el Cauca y el río Cabí en el
Chocó afectados también por actividades mineras, entre otros desafortunados
casos.
La solución del gobierno de turno y de sus agencias responsables
de la dimensión ambiental del territorio es el mismo repertorio: razonamiento y
cortes de agua, amenazas de la actuación de la justicia, multas, etc. Nunca se
plantea una solución estructural que confronte directamente el modelo de
desarrollo impuesto por las Corporaciones globales y el Estado que tiene
repercusiones de gravedad sobre la salud del planeta.
Transgredimos el límite dado por la Naturaleza y ahora pagamos
las consecuencias, responsabilizando de esta situación al fenómeno del Niño y
ocultando-negando la responsabilidad que recae sobre las Corporaciones, los
gobiernos, las empresas y la sociedad civil. Al parecer, será en un escenario
en donde ya no haya nada que hacer por cambiar nuestro rumbo de colisión y
destrucción, cuando justo adquiriremos la experiencia de respetar y conservar
la Madre Tierra.
* Columna de opinión publicada por El Pueblo, 27 de febrero de 2016.
* Columna de opinión publicada por El Pueblo, 27 de febrero de 2016.