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viernes, 4 de marzo de 2016

EXTRACTIVISMO URBANO Y CAPITAL SIMBÓLICO EN CALI, COLOMBIA

Extractivismo urbano y capital simbólico en Cali, Colombia.

Por
Hernando Uribe Castro
Magíster en Sociología
Candidato a Doctor en Ciencias Ambientales
Prof. Universidad Autónoma de Occidente.

Uno de los llamados de atención que hace David Harvey a Pierre Bourdieu en cuanto al uso del concepto de capital simbólico, es precisamente, que este puede tener un uso más generalizado, incluso , para los estudios de lugares y no solo para individuos.[1]

Expresa Harvey que cuando se mira una ciudad desde la perspectiva del capital simbólico, éste se manifiesta con grandes ventajas para aquellas ciudades que han logrado mantener sus rasgos distintivos, sus particularidades, su valoración histórica, sus tradiciones, sus logros artísticos y su herencia cultural. No obstante, este capital simbólico puede enfrentar un detrimento cuando las ciudades presentan reestructuraciones, cambios o transiciones por la arremetida y la intervención del capital global que tiende a homogenizar y a imponer un tipo de urbanismo global.

Harvey menciona el caso de Barcelona en España, ciudad que se incorporó al sistema de ciudades europeas por el desarrollo exquisito de un ornato arquitectónico que fue afín al legado histórico existente y a la recuperación de espacios públicos que realzaron, precisamente, sus rasgos particulares. En este proceso tuvo importancia sustancial la inyección de capitales para eventos globales como los juegos olímpicos. Pero a su vez, esta fascinante transformación atrajo la mercantilización multinacional homogenizante que ha venido haciendo de Barcelona en los últimos años, una urbe igual a lo que se podría ver en otras ciudades del mundo, sobre todo en sus últimas fases del desarrollo, que terminaron disneyficando la ciudad, gentrificando espacios, congestionando sus calles e instalando centros comerciales, tan similares como otros en otras partes del mundo.

La experiencia de Barcelona es muy interesante y nos invita a pensar en los procesos vividos en nuestras ciudades latinoamericanas por los efectos del capitalismo global urbano. Pienso en la ciudad que habito, Santiago de Cali, capital del Departamento del Valle del Cauca en Colombia.

¿Qué ha sucedió en Cali con respecto a su capital simbólico, y cómo éste se ha visto afectado por el capitalismo global urbano promovido por las multinacionales y los modelos del urbanismo homogenizante?.

Cali es una ciudad ubicada al piedemonte de la cordillera occidental de la gran cadena montañosa de los Andes y sobre la zona plana del valle geográfico del río Cauca. Un territorio construido y diseñado por los agentes del capital agroindustrial en colaboración con los agentes del Estado colombiano. (Uribe, 2015).

Cali es ejemplo claro de ciudad que poco a poco fue experimentando la aniquilación de su capital simbólico urbanos cuando las elites decidieron hacer de su centro histórico, espacio para lucrativo para los inversionistas privados que tumbaron las joyas arquitectónicas históricas para construir edificios altos y cuadrados. De su escenario histórico y herencia cultural ni qué hablar, tan solo queda un relicto en el centro histórico, en San Antonio y San Cayetano. La exquisitez arquitectónica quedó arrasada, en fotografías y en el olvido.

Hoy, el espacio social y de socialibilidad se teje en la caótica ciudad entre los centros comerciales conectados por la ineficaz red de transporte público masivo.

Una ciudad que al ser atrapada por la lógica de la rentabilidad de la tierra, acaparada por unas elites locales y terratenientes, terminó desbordada y sin ningún tipo de planeamiento, control o visión futura. Las obras de jarillón construidas sobre el curso del río Cauca beneficiaron la expansión de la caña de azúcar y la expansión urbana sobre el oriente de Cali, produciendo una ciudad tan grande como grandes sus actuales problemas socioespaciales.

Para la historia local de esta ciudad, los juegos panamericanos de 1971 se consideraron muy significativos porque obligaron a construir una infraestructura apropiada para el evento, los cuales se significaron como claves para la modernización urbana y el “progreso” de la ciudad. Pero casi nunca se dijo algo con respecto a los efectos que en términos del incremento de la calidad de vida, el acaparamiento de tierras, las plusvalías esfumadas por la corrupción y los impactos ambientales tuvieron estas obras para los ciudadanos.

Una ciudad que vio perder sus tardes de brisa caleña porque los procesos del mercado del suelo y la construcción de grandes bloques de apartamentos sobre las pendientes, atraparon el viento que escurre por las laderas de la montaña hacia la zona plana.

Una ciudad que al igual que las otras latinoamericanas ve aparecer en su escenario la privatización del espacio y las zonas residenciales en conjuntos cerrados de bloques de apartamentos de cinco y veinte pisos. Conjuntos cerrados al modo de encarcelamientos con rejas, mallas, tapias y sistemas de seguridad. Urbanizaciones y conjuntos cerrados rentables cuyos promotores reproducen el discurso de que la ciudad es peligrosa y el conjunto cerrado seguro, como principal argumento para incrementar el negocio.

Cali es una ciudad que no volvió a construir museos, parques, zonas de bosque y plazas públicas. Una ciudad que para realizar eventos como la Feria de Cali que era la fiesta del pueblo, donde todo el mundo gozaba y con una larga tradición desde los años cincuenta, ahora está privatizada. Y lo peor, es que es una feria que para poderse realizar, las autoridades tienen que cerrar y encerrar vías públicas y montar tarimas junto a los canales de aguas residuales de la principal “autopista” para las caravanas y desfiles. Y todo ello para cobrar, pues la feria ahora es para los privados y no para la comunidad. El cerramiento y encerramiento producen más congestión que se suma a la congestión continua de todos los días a todas horas del año.

El sur de la ciudad es intransitable para peatones, conductores o motociclistas en las horas pico. Recorridos de cinco minutos pueden convertirse en horas en medio de la congestión como sucede todos los días entre el sector conocido como Macro hasta la salida a Popayán. Y ni hablar de otros sectores como el Norte, el Centro o el Occidente.

Una ciudad donde las autoridades aniquilaron el transporte público de buses para construir un sistema de transporte masivo, modelo que también se replicó en otros lugares del país y de américa latina, con el argumento de que este tipo de transporte resolvería el problema de movilidad. Hoy los ciudadanos no solo deben dedicar más tiempo para movilizarse de un lugar a otro, haciendo transbordo, sino también de caminar largos trayectos para acceder a alguna de las estaciones. Muchos ciudadanos para evitarse estos problemas, optaron por el transporte pirata: taxis, autos particulares y los famosos “motoratones” (que es el transporte pirata en motocicletas). Cali era de las pocas ciudades en Colombia, donde el transporte pirata no tenía fuerza,  pero hoy esta ciudad se destaca y brilla por el aumento exponencial de este tipo de servicio.

En general, Cali es un claro ejemplo de extractivismo urbano que implica hacer de la expansión y del crecimiento de la ciudad fuente de plusvalía urbana, apropiadas por las elites de poder e inversionistas, que no solo se adueñan de esta plusvalía sino que además mercantilizan con el capital físico y simbólico urbano, aquel capital del que ha participado los habitantes urbanos sin recibir ninguna retribución. Una inequidad e irracionalidad del modo como se da la participación de plusvalía urbana donde toda la ventaja es para los privados en detrimento de la participación del Estado.

Todo esto nos lleva a pensar al fin de cuentas ¿Y en qué quedó el capital simbólico de la llamada y reconocida como la sucursal del cielo?



[1] “Bourdieu, a quien debemos el uso genérico de estos términos, los restringe desgraciadamente a individuos que como “(átomos flotasen en un océano de juicios estéticos estructurados) cuando a mí me parece que podrían ser mucho más interés las formas colectivas (y la relación de los individuos con ellas”. El capital simbólico adherido a nombres y lugares como París, Atenas, Nueva York, Río de Janeiro, Berlín o Roma es de gran importancia y da a tales lugares grandes ventajas económicas comparados, digamos con Baltimore, Liverpool, Essen, Lille o Glasgow” (Harvey, 2013: 156).