Este es un espacio que propone reflexiones y debates sobre la inter-retro-conexión sociedad en la Naturaleza y la Naturaleza en la sociedad.

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miércoles, 21 de febrero de 2018

Ciudad Desbordada: asentamientos informales en Santiago de Cali
Autores: Hernando Uribe Castro, Germán Ayala Osorio y Carmen Jimena Holguín
El fenómeno de los asentamientos informales localizados en el dique (jarillón) del Río Cauca en la ciudad de Santiago de Cali (Colombia), se puede comprender como una expresión de una lucha social entre agentes del Estado, del sector privado y los pobladores (comunidades) en el marco de la construcción de la ciudad capitalista. Éste es un fenómeno histórico (por tanto cambiante y dinámico), complejo y sistémico que  involucra dimensiones sociales, políticas, económicas, ambientales y culturales. Por tanto, el abordaje de éste fenómeno exigió de miradas interdisciplinares.


Este libro, recrea el anterior fenómeno a partir de dos estudios de caso en las comunidades de Los Samanes del Cauca y Navarro. Es un trabajo académico que recurre a la investigación documental, el estudio el caso, los datos agregados y las narrativas de los pobladores.

viernes, 16 de febrero de 2018

LA MISERIA DE COLOMBIA

La miseria de Colombia

Por: Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales

La miseria estructural de Colombia no está en aquellos grupos comunitarios que enfrentan las dificultades producidas y reproducidas por un sistema de Estado que los marginó y los condujo sin remedio a condiciones de altas carencias, empobrecimientos y segregaciones, y sobre los que recae toda la estigmatización de la sociedad. Pienso que estos grupos humanos en estas condiciones son resultado de un proceso estructural que abarcó el modo como una elite vitalicia -familias que heredaron y se lograron hacer al ejercicio del poder dentro de la dinámica del proceso de la construcción histórica del Estado y de todos los beneficios que implicó la concentración y acumulación de recursos de toda una nación-, se ha mantenido como dinastía entre bastidores de la vida política y económica.

En esta clase vitalicia y dinástica radica la verdadera miseria de Colombia. Aquella que logró incrustarse como parte de engranaje del movimiento histórico de la construcción del Estado y que ha ocupado todos los órdenes de su estructura y de sus instituciones. Elite que, como agentes privados con intereses en el ejercicio público, delegó y aun delega entre sus propios miembros (de sangre o de transmisión por afinidad o compromiso de familia) las riendas del manejo institucional del Estado en todos los niveles de operación.

Esta elite miseria de Colombia es la que profundizó la práctica de la corrupción como principal práctica en el ejercicio político. Y la profundizó, la convalidó y la convirtió como algo natural o inherente a la condición humana. Naturalizar la práctica de la corrupción era garantizar su existencia como clase dirigente, dinástica y cicatera, controlando y tratando de controlar y contener toda la estructura funcional del Estado.

Lograron hacer de la corrupción, un “algo” que necesariamente debía estar presente en la estructura social, estructura mental y cognitiva de los individuos. Como un hecho consustancial a todas las ramas y poderes oficiales. No es raro entonces la desatada lucha política por el control de todos estos espacios producidos por el Estado y para el Estado.  Confrontaciones por acceder a estos espacios de la institucionalidad del Estado en crecimiento.  Al crecer la burocracia y los espacios que conforman el lugar de las tomas de decisión, mucho de ello, fue quedando por fuera del circuito de control y de dominación de estos agentes dinásticos. El campo del Estado evidencia la competencia por el monopolio del poder coercitivo del Estado y de la burocracia entre esta clase dinástica y los nuevos agentes políticos que fueron surgiendo por fuera del centro del poder hereditario.

Luchas agrestes por acceder a esas posiciones estratégicas (ministerios, senado, asambleas, concejos, gobernaciones, alcaldías, corregidores, etc,) que son partecitas del espacio institucional total del Estado desde donde pueden absorber a mordiscos, por el hecho de que se encuentran en la red de la delegación y de las decisiones, beneficios económicos, simbólicos y políticos. En últimas, las prácticas corruptas de la miseria del Estado fueron aprendidas, reproducidas y mantenidas por los nuevos agentes políticos que aprendieron que la única forma para hacerse a los espacios de control y delegación del Estado era precisamente la corrupción de todo del aparato burocrático estatal.

Elites que -al cumplir su doble rol de ser políticas y económicas- requerían, para concentrar y ejercer el poder, contener las prácticas de corrupción y así garantizar ese lugar privilegiado del mandato, la delegación y la capitalización de todas las ventajas económicas que ofrecía y ofrece. Por ello, era necesario producir, anexarse, aliarse o construir redes criminales y de la criminalidad. Producir tantos dispositivos de dominación violenta (física y simbólica) así como también sutil (a través del control de los medios de comunicación, la religión y la educación).

Dinastías mezquinas, familias hegemónicas cuyos apellidos se repiten y se repiten porque vienen de los bisabuelos, abuelos y padres que cumplieron su papel de políticos. Burocracias corruptas que hacen del Estado y de toda su institucionalidad, su principal fuente de vida, su mina de oro. Mientras que para la mayoría de la población, lo convierten en un espejismo, en una bruma. Pero es esa población -con su mano de obra y el sudor de su frente-, y la riqueza de todo su territorio, la principal materia prima de las ganancias que produce toda la institucionalidad de ese Estado que desde principio fue y sigue siendo capturado y cooptado por esas dinastías, esas familias hegemónicas con sus redes criminales.

Dinastias y familias hegemónicas, elites del poder económico y político, que se han autodelegado el papel de velar por los valores morales y éticos de toda la sociedad colombiana. 




lunes, 5 de febrero de 2018

COMUNICACIÓN AMBIENTAL

Comunicación ambiental

Por: Hernando Uribe Castro
Doctor en Ciencias Ambientales

Las circunstancias de la sociedad moderna evidencian el rumbo que la humanidad ha tomado vía directa a la crisis civilizatoria. Una crisis motivada por una racionalidad que niega la diversidad de la vida como principio de existencia e impone y profundiza un antropocentrismo exacerbado, un capitalismo extractivo y un patriarcado como autoridad. Una sociedad moderna que -al privilegiar la instrumentalidad mercantilizada de la vida, la acumulación incesante del capital y la exagerada práctica del consumismo-, lleva a los límites la crisis de los ecosistemas, la transformación/destrucción de los biomas y la aceleración del calentamiento global como expresión del cambio climático producido por la acción humana.

En este contexto, la información y el conocimiento producido cae como torrentes y fluye como caudalosos ríos a través de los medios masivos de comunicación, las tecnologías y todos los dispositivos de comunicación y contacto con el mundo cada vez más individualizado pero masificado e interconectado. La velocidad con la que fluye y se difunde este torrente de información, y poco de conocimiento profundo, no logra y no permite que en las sociedades, los humanos alcancen a comprender las consecuencias de esta vida desbordada.

El vértigo que se experimenta al vivir en esta sociedad evita que se pueda producir una capacidad analítica de lo que acontece; evita la producción de una crítica y de la reflexión necesaria para hacerle frente a este modelo de sociedad y sobre todo impide que se puedan plantear unas posibilidades de cambio, de ese rumbo de desenfreno, ruta a la destrucción.

La comunicación como elemento constitutivo de la sociedad y socializador de conocimientos, fue transformada en artefacto instrumental, mediático y banalizado. Por el poder que se le confiere, quedó supeditada al ejercicio  dominio de los grupos que ejercen el poder hegemónico de la dominación social, física y simbólica, de las masas. Como estrategia corporativa que poco piensa en los problemas del planeta, de la sociedad, y más en sus necesidades de ganancia y beneficios.

De este modo, y como instrumento, el uso social de la comunicación se transformó en dispositivo que continúa beneficiando a unos en detrimento de otros. Con el dominio y su uso social, se continúan imponiendo formas hegemónicas y homogenizadoras de percibir, comprender y actuar en el mundo.  

Frente a este tipo de comunicación mercantilizada, instrumento corporativo por excelencia, se requiere contraponer otro tipo de comunicación de carácter crítica, emancipadora, liberadora del ejercicio del poder mediático y comprensiva de la delicada situación actual del planeta y de la civilidad. Una comunicación ambiental, que es también crítica, capaz de enfrentar la comunicación que trata de esconder, manipular, la verdad sobre la situación de los territorios, las comunidades y el planeta.

La comunicación ambiental es una de esas formas de la comunicación crítica, capaz de comprender la relación entre la sociedad y los ecosistemas. La sociedad como parte del planeta y de toda su dinámica natural. Una comunicación que -contrapuesta a la forma tradicional de aquella comunicación que sirve al ejercicio del poder de los amos del mundo-, pueda cumplir funciones de educación ambiental, de aportar en la construcción de un habitus ambiental y ambientalizado, ecologizado, de responsabilidad con la vida y su dignidad.

Una comunicación que con su capacidad transformadora e incidente en las formas de percibir, comprender y actuar de las personas, aporte a nuevos valores planetarios de la especie humana como una especie más en la trama de la vida de la Tierra. Planeta que tiene límites, que está en delicada situación por la acción irresponsable de lo que la humanidad ha hecho con él.

La comunicación ambiental estaría por encima de la comunicación que privilegia los contenidos mediáticos del tratamiento de asuntos ambientales al modo como se hace con la moda, el deporte, la farándula. La comunicación ambiental que se propone estaría enfocada en participar de procesos de educación ambiental, de construcción de un conocimiento científico a favor de la recuperación ecológica del planeta, de la investigación, de su participación en la construcción de un nuevo ciudadano capaz de reconocer su presencia en un planeta limitado y que requiere de protección, de cuidado y de amor. Una comunicación ambiental capaz de comprender y abordar los conflictos ambientales y de poner en evidencia los agentes que producen los problemas en el territorio, que reproducen la injusticia social y ambiental. 


Una comunicación cuya responsabilidad social y planetaria esté encaminada a participar en la construcción de un ciudadano comprometido con la vida y con el respeto por toda la diversidad. Una comunicación cuya función social estaría en cambiar el mundo del proceso de destrucción de la humanidad y de sus entornos de vida.